jueves, 13 de mayo de 2010

Arica a media Luz (editorial Estrella de Arica)

Arica a media luz
El alumbrado público de las ciudades, siempre es un tema complejo, y por varias razones. Porque como es lógico, es un tema absolutamente opinable; siempre va existir la sensación que se podrían iluminar mejor las calles y avenidas; además, hay un tema de costos, de mantención del servicio; pero más importante que lo anterior, es un tema de seguridad pública también.

En la edición de ayer de este Diario, el consejero regional Juan Arcaya cuestionó el actual sistema que posee la ciudad, alertando que estaria fuera de norma, aludiendo a una modificación que habria en las ampolletas de sodio que hoy se utilizan en Arica. Apuntó a imitar el ejemplo de Temuco, que modificó sus ampolletas y ahorra 300 millones de pesos al año. En tanto, desde el municipio, se defienden, argumentando que utilizan “tecnología de punta”, y que las críticas no tienen asidero. Pero más allá de las explicaciones técnicas que hay sobre el particular, hay algo que si es evidente, y de sentido común, cuál es, que la iluminación en general de la ciudad, no aporta los grados de luminosidad que uno desearia para desplazarse, y para sentirse más protegido de la delincuencia, por ejemplo.
Ahora, hay quienes asocian los grados de luminosidad de las ciudades con los estados de ánimo, pero aquello ciertamente es una materia sobre la que debieran pronunciarse los especialistas,
más que cualquiera de nosotros, que sólo utilizamos las calles y advertimos
que están oscuras. Incluso, basta contrastar el efecto que se produce entre las tulipas del Parque Ibáñez con la iluminación pública de las calles adyacentes, para advertir la diferencia.
Ciertamente, nadie podría pretender que la luz de un parque de estas caracteristicas, sea similar a la que se utiliza en toda la ciudad, porque aquello incluso rayaría en contaminación lumínica, pero el contraste sinre para ejemplificar el problema.
De hecho, hay expertos internacionales que cuestionan que en nuestro país se iluminen las calles y no las veredas, por donde circulan los peatones; beneficiándose en este caso a los conductores por sobre los ciudadanos de a pie, que son quienes debieran tener una mayor protección.
El tema es amplio, como se aprecia. Y los especialistas -es probable-, deben tener el sustento a la realidad que enfrentamos como sociedad, pero no es menor que el clamor ciudadano, el sentido común de quienes a diario usan las calles de la ciudad, apunta y coincide con la crítica formulada por el consejero regional, de manera que el tema, al menos, debiera abordarse, para buscar una solución a un problema que se palpa, que nos afecta a todos, y que incide en la ocurrencia de delitos y accidentes, y por cierto golpea a la industria del turismo, que pretende convertirse en pilar del desarrollo de la región.

www.estrellaarica.cl



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